Mientras Sergio "Maravilla" Martínez mantenía hipnotizado al país, Atlético vivió contra Banfield la paradoja de un partido invisible en el que convirtió dos goles pero que, curiosamente, empató 0 a 0. Sin televisación para Tucumán, y con el único respaldo de un puñado de militantes del "decano" que desafiaron a una noche en la que solo los enamorados podían estar de pie en un estadio, el equipo vivió de todo: estuvo tan cerca de perder como que el palo salvó a Lucchetti faltando 5', pero simultáneamente estuvo tan cerca de ganar como que Flavio Márquez le anuló dos goles.
El árbitro, verdugo de Atlético a la misma hora en que los jueces de la pelea de boxeo lo eran del británico Murray, canceló en el primer tiempo un gol de cabeza de Barrado, mientras que en el segundo invalidó otro de Dutari, también de cabeza, por off side pasivo de "Pulguita" Rodríguez. Polémicas al margen, fue una noche en que Atlético, aún a pesar de no ganar, mostró su mayor virtud: de visitante es un peso pesado (y de local es un peso liviano). Si Banfield se jugaba su última ficha el ascenso, enfrente se encontró con un rival que es una mosca en la sopa.
Ese panorama quedó de manifiesto a los 18', en la jugada más clara del primer capítulo, cuando Bustamante fue capaz de unir una maravilla y un desacierto. Primero el 10 quebró la cintura como si fuera un bailarín del Bolshoi y con maestría hizo pasar de largo a su rival, pero enseguida definió como si fuera, justamente, un bailarín del Bolshoi: remató afuera con el arco libre. Atlético no siempre tuvo el dominio de la pelota, pero sí mantuvo el control del partido bajo sus condiciones, con un Lucchetti tan lejos de la acción que podría haber atajado con paraguas, en vez de guantes, entre sus manos.
Recién en el final Banfield se despertó y Atlético la pasó mal, aunque también lo pudo haber ganado. En una noche boxística, un empate por puntos habría sido lo más justo.